sábado, julio 6, 2024
Publicaciones

Así Hablaba Lucifer

Luego Lucifer calló unos segundos y agregó:
Mi espíritu tiene la mirada fija en el Norte. Mi cuerpo permanecerá un tiempo en la Montaña del Dragón.

Y señalando la gran mole rocosa que se erguía en el horizonte, se puso nuevamente en marcha.
Buscaba Lucifer, en aquellas montañas, la tranquilidad de la soledad para poder exaltar así su conciencia. Sin embargo su paz no duró mucho, pues empezaron a llegar personas en busca del sabio de la montaña que, según se contaba, había sanado a un guerrero moribundo.

Y así fue como Lucifer se convirtió en maestro, primero de unos pocos y, luego, de muchos.

Y en su intento de enseñar, sólo enseñaba que no hay nada que aprender, pues toda claridad y sabiduría ya se encuentra en el corazón de cada ser viviente. Pero las personas empezaron a confundirse, pues aquel que es ciego no ve aunque el sol lo alumbre y el corazón confuso se pierde incluso en el día más claro. Y empezaron a perderse a ellos mismos de vista y dirigieron sus ojos hacia afuera, hacia la imagen del maestro que les enseñaba.

Entonces Lucifer se dio cuenta y no se permitió caer en la trampa de la oscura ignorancia.

Así fue como un día reunió en torno a sí a todos aquellos que había enseñado y les comunicó su decisión de abandonar el mundo. Entonces sus seguidores comenzaron a lamentarse de su suerte y sintieron que aquello sería su perdición. Y Lucifer sonrío, pues comprendió que aquél era el camino que, aunque duro, los llevaría a sí mismos.

Entonces dijo:
No os lamentéis de mi pérdida, pues la única pérdida digna de lamentar es la pérdida de uno mismo. Y vosotros os habéis perdido hace mucho y jamás habéis llorado por ese gran tesoro ido.

Y uno entre muchos alzó su voz diciendo:
Maestro, antes de partir háblanos de la esencia de tu enseñanza, para poder así recordarla.

Entonces Lucifer habló:
Recordaos a vosotros mismos y recordaréis mi enseñanza. No busquéis fuera lo que ya existe dentro, en vuestro espíritu. Mirad que el hombre es como un árbol que crece en la cima de una montaña. Pero esa montaña es en realidad un volcán en cuyo interior arde un fuego claro y poderoso dador de la más perfecta serenidad y fuerza. El calor de este fuego interior ayuda a crecer al árbol, el cual mientras más entierra sus raíces en la profundidad de la montaña, más expande sus ramas a la infinitud del vasto cielo. Recordad siempre que en el mundo hay tres clases de personas: están aquellos que saben su razón de ser, están aquellos que la ignoran y están los «confusos». Y entre los confusos están los que creen saber su verdadera razón de ser, pero en realidad la ignoran y aquellos que se han inventado una razón de ser, que por ser algo artificial los aleja de su verdadera naturaleza. En verdad es importante lo que ahora les digo: Sólo quien se conoce a sí mismo, conoce su razón de ser, conoce su destino y deja de ser parte del rebaño. Y mucho mejor que ser un confuso es reconocer la ignorancia de sí mismo, pues la cura viene cuando la enfermedad es reconocida.

Guardando silencio un instante, continuó:
La montaña es como el cuerpo, la conciencia como el árbol y el fuego parecido al espíritu de vida. La montaña es como vuestra columna ósea; el árbol como vuestro cerebro, médula y nervios que crecen entre ella; el fuego proviene de vuestra Esencia Creativa cuidadosamente conservada. Sois como madres que guardan en su vientre al embrión del espíritu. Si un niño de carne y hueso demora nueve ciclos lunares en nacer, entonces, el niño del espíritu demorará nueve ciclos solares. Por ello es importante empezar ya. Mi enseñanza guarda su propio secreto y éste se basa en la práctica y en la propia conciencia de sí mismo.

Entonces un visitante, que hacía poco había llegado, gritó:
– ¿Cuál es tu religión?
– No hay religión más grande que la Verdad, la realidad tal como es – exclamó el Portador de la Luz.

– Vuestra sabiduría sufre del pecado de la soberbia y no se basa en las escrituras sagradas – insistió el extraño.

– Sufro del pecado de la soberbia – dijo Lucifer – pues deseo ser todo lo que soy: quiero ser diamante aunque mi origen sea el carbón. No baso mi conocimiento en lo que dicen los textos sagrados o en lo que afirman los ancianos, no baso mi sabiduría en lo que dicen lo eruditos o asegura la mayoría. Mi sabiduría se basa en lo experimentado por mí mismo sin intermediarios o interpretaciones ajenas, pues es la experiencia propia y directa lo que entrega la verdadera sabiduría. La vida se conoce viviéndola y no a través de creencias, opiniones, especulaciones, teorías, religiones o libros.

¿Queréis leer un libro? Leed el libro de la sabiduría. Ese libro sois vosotros mismos, leedlo así: dirigid vuestra atención hacia vosotros, hacia vuestras sensaciones, hacia vuestros movimientos, hacia vuestra respiración, emociones y pensamientos y en todo momento permaneced serenos, atentos, viviendo el momento.

Entonces el visitante asombrado por aquella extraña sabiduría volvió a preguntar:

– ¿Maestro, quién eres en verdad?

A lo que él respondió:
– Yo soy la Vida, «el Lucifer», el Portador de la Luz: el Lucero de la Mañana que anuncia el fin de las tinieblas y la llegada del Imperio del Sol, el reino de la luz. Soy Prometeo, aquel que arrebató de la nada el divino fuego de la sabiduría, el poder y la luz y lo entregó a los hombres. Y aunque soy el más odiado por el cielo soy, sin embargo, el más amado, pues gracias a mí se ha redimido la oscura materia. Perdiendo mi pureza espiritual y cayendo en los abismos he llevado vida, conciencia y conocimiento a toda carne y la he impulsado hacia los cielos.

Comprendan esta paradoja y comprenderán el misterio del universo.

Y habiendo pronunciado estas palabras cayó sobre los presentes un profundo silencio. Y junto al silencio cayó la noche, arropando con su estrellado manto a todo lo viviente. Cuando medianoche llegó rompió Lucifer las tinieblas con su voz. Clavando la mirada en la estrella polar exclamó:

– Quien sigue la senda del Dragón, domina la realidad presente: el aquí y ahora. Conservar la serena quietud es su principio, alcanzar el ecuánime e imperturbable vacío es su meta. Quien sigue la senda del Dragón es como el agua: aunque se adapta a todas las formas no se aferra a ninguna.

Y dirigiéndose al viejo guerrero, a aquel que una vez había estado mortalmente herido en su corazón, le dijo:

– Guerrero solitario que sigues la senda del rayo: Tendrás que sumergirte en la profunda oscuridad y hallar en tus raíces la vida sempiterna. Solo así llegará el momento en que aquello que acecha al otro lado salga a la luz del día. Vendrá de la otra orilla del abismo pletórico de inmortalidad, poder, voluntad y sabiduría. Y así se cumplirá el tiempo en que desprendiéndote de todo te apoderarás del universo.

Y el viejo guerrero comprendiendo las palabras de Lucifer guardó silencio. Y a través del silencio, aquietó su corazón. Y con su corazón sereno entró en profunda meditación. Mas cuando abrió los ojos, poco antes del amanecer, Lucifer ya no estaba entre ellos y el Lucero de la Mañana brillaba con soberbio fulgor sobre el horizonte.

 

Autor: Kadosh Ka

Deja una respuesta