sábado, julio 6, 2024
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Así Hablaba Lucifer

Entonces Lucifer apartando las piedras se incorporó. Aunque su cuerpo estaba lastimado, su espíritu permanecía intacto.

¿Por qué tanta ceguera? – se dijo – ¿Por qué tanta ceguera si en todos nosotros palpita la misma luz? ¿O será que en algunos esta luz se halla oculta por la ignorancia de sí mismos?

Y pensando estas cosas, Lucifer sacudió sus ropas y siguió «Su Camino», protegido por la noche. Y el amanecer lo alcanzó caminando, pues Lucifer rara vez dormía. Y su descanso era la vigilia y la atenta meditación en sí mismo. Y aunque el camino que ahora transitaba era más humano, los pocos hombres que se cruzaban con él esquivaban su mirada y evitaban su saludo. Así de pavorosa e imponente era el aura que se escapaba de su rostro.

Entonces sus pasos lo encaminaron a las puertas de otra ciudad. Y ésta era más hermosa, rica y lujosa que las anteriores. Y en la plaza central sobre una gran columna de oro y piedras preciosas estaba escrita la frase:

“Todo tiene su precio”.
Y en aquella ciudad habían muchos dioses, pero había uno que reinaba sobre todos aquellos y el nombre de este dios era: DINERO.

Y por dinero los hombres vendían a sus hijas y a sus mujeres. Y por dinero se vendían entre ellos y a sí mismos y vendían su alma, su lealtad, su honra, su sabiduría y conciencia.

Entonces Lucifer se sintió asqueado de aquella masa maldita y deseó salir inmediatamente de la ciudad, pero su conciencia le exigió decir algo a aquellas mentes oscurecidas.

Y encaramándose sobre la dorada columna, centro de la plaza mayor, Lucifer conjuró a la multitud:

¡Ah, humanidad perdida, yo te maldigo! Y aunque me arrastre pobre y herido entre el lodo, jamás seré tu esclavo, siervo, ni mendigo.

Entonces, sin agregar palabra, saltó de la columna y cayendo a tierra, encaminó raudo sus pasos a las afueras de la ciudad. Pero aquellos que lo habían escuchado lo siguieron ofreciéndole hospedaje en sus casas, pues adivinaban que aquel forastero era dueño de una «extraña sabiduría» que querían poseer, sin embargo, al ver que no se detenía comenzaron a ofrecerle dinero y a intentar comprar su estadía entre ellos.

Entonces empezaron a ver quien daba más y se sorprendían de ver que aquel hombre ignoraba sus ofertas y pronto el precio ofrecido fue de diez millones de piezas de oro y este fue doblado y triplicado. Sin embargo, Lucifer no se vendió.

Y sus pasos lo llevaron a un valle donde un día antes se había realizado una gran batalla.
El campo se hallaba cubierto de cadáveres y su número se contaba por miles.

Entonces Lucifer caminó entre ese mar de muerte mientras pensaba:

¿Acaso no es el mundo idéntico a este valle? ¿No está sembrado de cadáveres, hombres vivos que aún no han comprendido que están muertos en su propia ignorancia?

Y al pensar esto su vista paseaba por entre los cuerpos inertes y mutilados.
Entonces, le pareció divisar a los lejos un solitario árbol y apoyado sobre su tronco a un guerrero moribundo. Y Lucifer se dirigió hacia aquel hombre, contento de ver algo vivo en medio de tanta muerte. Y sin decir una palabra dio de beber de su agua a aquel desconocido. Limpió su rostro ensangrentado e intentó curar sus heridas, pero descubrió que su pecho había sido atravesado sin compasión por una lanza enemiga. Entonces Lucifer habló:

Tu corazón está destrozado. Deberías estar muerto, pero aún vives.

A lo que el guerrero contestó, con voz suave pero firme dijo:

Me debí haber vendido y no lo hice. Debí haber huido y me quedé a luchar. Ahora debería estar muerto, sin embargo, sigo vivo. Es que mi espíritu es rebelde y me niego a aceptar aquello que no quiero. Debería haberme vendido y vivir en paz, como un cordero, pero no quise. Debería haber huido y no enfrentarme al enemigo, pero lo encaré. Ahora, agonizante y mal herido, debería estar muerto, pero no quiero morir.

Entonces los ojos de Lucifer brillaron con inusitada luz y comprendió que ante él había un hombre que, de alguna manera, se había encontrado a sí mismo. Y se prometió no dejar morir a aquel hombre y usar de todo su poder para salvarlo, pues pensó que hombres como aquél era lo que necesitaba el mundo: hombres que no se vendieran ni retrocedieran ante el Enemigo, hombres con espíritu de lucha y deseos de vivir eternamente.

Entonces Lucifer impuso sus manos sobre las heridas sangrantes del guerrero, el cual al sentir el espíritu de vida y sanación que lo invadía exclamó: ¿Quién eres que me bendices con la vida?

A lo que respondió Lucifer:
Soy el Portador de la Luz, la conciencia que se manifiesta bajo forma humana. Soy la fuerza que se esconde tras cada ser, cada hombre y mujer, cada bestia y cosa.

Y apenas hubo terminado de hablar, se puso de pie y emprendió su camino.

¿A dónde vas hombre extraño? – lo detuvo el guerrero – ¿Cuándo podré escuchar de tu singular sabiduría otra vez?

Mi sabiduría vive en ti, es tu propio ser. Si te escucharas a ti mismo, no necesitarías de mis palabras.

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